En el momento de hacerme el encargo que os presento hoy me dijeron que al niño que cumplía los años básicamente lo que le gustaba era el futbol y, sobre todo, el Barça. Así que me puse a pensar por donde atacar el tema. Lo típico hubiera sido hacer un pastel rectangular, cubrirlo de fondant verde, pintar las líneas del campo, poner las porterías y listo. Pero ya sabeis que esto de los pasteles se puede enriquecer con muchas técnicas diferentes. Yo por lo menos lo entiendo así. No creo que se trate de hacer figuras imposibles a base de azucar, que no se aguanten de pie y que te hagan sufrir hasta el último momento. Se trata de hacer creaciones qua ayuden a que la fiesta sea un éxito, que sorprendan a mayores y pequeños, esté hecha como esté hecha. Así que jugando con mi porexpan querido del alma, mis pinturas y mis técnicas belenísticas me lié y me lié y acabé así. No es una vista aérea del Camp Nou, no. Es una maqueta/caja que contiene el pastel objeto de la celebración.
Según qué pasteles se envuelven en celofán, otros se ponen dentro de una caja blanca y éste pastel pedía a gritos unas gradas, unos marcadores y asientos con el "FC Barcelona" y "Som més que un club" escrito.
En el centro vemos el pastel, hecho en dos capas de bizcocho de fresa y con relleno de merengue suizo con mantequilla también con gusto a fresa. Una de las capas era de color granate y la otra era de color azul. Supongo que al cortarlo debió hacer un buen efecto.
Aquí veis los jugadores y las porterías de cerca.
El campo estaba hecho con fondant verde y pintado con franjas de un verde más intenso. ¡¡¡Como si acabaran de segar el cesped, vaya!!!
Las gradas se podían quitar y salía todo de una pieza. Solamente quedaba la plancha en la que descansaba el campo de futbol y esos dos balones que veis a cada lado.
Aquí en Valls hay que contar también con un obstáculo importante a la hora de hacer este tipo de pasteles imposibles: el viento. Y es que todo este campo de futbol estuvo a punto de acabar boca abajo y en el suelo por culpa de una ráfaga de viento que debería rozar los 100 km/h (como viene siendo costumbre estas últimas semanas). Durante unos segundos ví que el trabajo de toda una semana iba a quedar destrozado. Supongo que mi mal genio hizo que le ganara la batalla al viento y pudiera hacer el reparto como tenía previsto. Repartir pasteles en según qué lugares de nuestro territorio es un deporte de riesgo.
Aún me queda otro pastel que enseñaros del pasado fin de semana. En el próximo escrito nos iremos con una moto de enduro a llenarnos de barro por la montaña. Si os apetece, nos ponemos unas buenas botas y nos vamos para allá.