dijous, 28 de novembre del 2013

Pastel Coca-cola

Son las cinco de la tarde y me encuentro en el parque con mi hija. Es la hora de marcharnos y empiezo a "hacer presión" para que se baje del tobogán y se venga conmigo para el coche. En eso que suena el teléfono y aparece Vanesa, un familiar de una compañera de trabajo que está interesada en un pastel para su marido. Cumple años el próximo domingo y quiere que le haga algo original relacionado con su trabajo. Por lo visto trabaja en una empresa que se encarga de hacer las latas de coca-cola (y otras bebidas) para toda España. Por supuesto que la niña no me hace caso y aprovecha que yo estoy ocupado para salirse con la suya. Yo, por el teléfono, voy recibiendo datos relacionados con el encargo pero estoy en medio de columpios, toboganes y niños gritando como locos y sin un sólo papel donde apuntar nada. Me quedó con la idea general y el punto donde tengo que entregarlo (que ya es mucho dadas las circunstancias). Después del caos, ordeno las pocas ideas que me quedan y el resultado es éste. 


En primer lugar quise darle un poco de misterio y juego a la presentación del pastel y preparé esta maquina expendedora de comida y latas con cartulinas y porexpan. La parte plateada del frontal se abría y aparecía el pastel en sí. 


El interior de la caja constaba de dos partes: una lata de coca-cola boca abajo que derramaba todo el líquido del interior y un pastel con el logo de la marca.


Os preguntareis como está hecha la estructura de la lata y el líquido que cae. Pues es totalmente comestible. Sólo un listón de madera aguanta esta figura hecha con arroz inflado con gusto a chocolate y mezclado con nuves de azúcar. Es la denominada técnica del RKT con la que ya que hecho otras figuras como la del Biri-biri de TV3. 


Se prensa el arroz lo máximo posible y en 24 horas tenemos una figura sólida a la que sólo faltará añadirle glasa real y fondant para que acabe teniendo la forma deseada. 


En cuanto al pastel, era un bizcocho de chocolate, mojado en almíbar de vainilla, "buttercream" de naranja entre cada una de las capas, y cubierto con ganache de chocolate negro. Era la receta que ya había comido Vanesa, la persona que me hacía el encargo, y quería ese mismo gusto. 


La parte más peligrosa, como siempre, fue el transporte. Realmente, lo odio. Y puedo estar sin abrir la boca durante todo el trayecto en coche por culpa de los nervios. Como si de eso dependiera que el pastel se estropee o no...

 

Pues hasta aquí este nuevo proyecto. Los mensajes posteriores que me llegaron desde el lugar de celebración me convencieron de que los nervios habían valido la pena. 



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